Rompe el agua en la
fuente,
Campanadas mortecinas
Pintan la tarde de
solemnidad,
Tarde que me grita en
silencio,
Me insta a que pierda
mis pasos
Entre la fronda de
arrayanes,
Mirtos y cipreses
milenarios,
Entre laberintos de
acequias
Donde asoman almas
milenarias
Que lloran ausencias
ingrávidas,
Son los aromas los que
me guían
A predios de rosas, y
acacias,
De dalias simples y
orgullosas,
Blancos y hermosos
nardos,
Olivos viejos y
retorcidos,
Y frondosas, aromáticas
higueras,
A un lado desafiantes
murallas
Al otro, el paraíso
terrenal
De inmensos tonos que verdean
Entre blancas cales que
escuchan
Los cristalinos sonidos
de agua
Que caminan sin
caminar, eternas.