Lejos, muy lejos de aquí
al final del sol, en ultramar
dicen que viven las brujas
algunos las llaman meigas
otros encantadoras hechiceras.
Viven en mi, desde la niñez
exiliadas en la isla de los niños
sedientas de almas verdaderas
saltando entre las ramas de la vida
alumbrando cual fanales luminosos.
Quien compuso esta sonata
quien prendió la hoguera
quien les condenó la vida
al tratarlas de malignas
y nunca de luciérnagas.
Cuando el tiempo mata la niñez
y el otoño, las rosas marchita,
cuando los pájaros del tiempo
emigran hacia recónditas nostalgias
melancolía por mis nigromantes.
Soñaron ser horizontes
zahories de labradores
vaqueras de ignorancias
hortelanas de rencores
y al final la hoguera.
Mentes de ruina
que condenan
la libertad
al mezclar
conocimiento
con enfermedad.
Un día de cada otoño
vuelven a la niñez
revoltoso, alegre tropel
pronta la escarcha
ahora digna comitiva
atrás cenizas esparcidas.