Llegados al otoño de la
vida,
transcurridos, esos
nuestros
veranos e inviernos
infatigables,
homenaje mortal de
peregrinajes,
cantando los olvidos
olvidados.
Sé que la estirpe no
sustituirá a los años
y a esa
bendita colmena de
néctar maduro
que a mis labios febriles
atormenta
cuando la bruma oculta
horizontes,
esas nieblas que
silencian paisajes,
esplendidas impurezas de
luz insegura
meciendo la noche
estremecida
y ungiendo tu sedosa piel
morena,
entonces solo entonces,
recorro
tus campos desnudos de
vergüenza
por donde
fluyen torrentes de ecos
dormidos,
sonámbulas flores entre
la niebla,
así quedando sin
aliento
como guardianes que esperan la
mañana
consuman las palomas su
oración
entre vientos enloquecidos
y siempre a la sombra
de
colleras de cipreses
centenarios
que gritando
silenciosamente, casi sin sombras
engrandecen al viento
amamantando otoños de
pasión.