martes, 6 de diciembre de 2011

El coloquio de las moscas



La siesta, la eterna siesta de nuestro  sur, que con las calores de agosto hace las tardes eternas, en una de esas largas y monótonas tardes,  dos moscas, Zaul y Calra, que así les dieron en llamar, sobre la vieja y deslucida  cortina que desde el bar mostraba sus rayas hacia la solitaria plaza, conversaban distendidamente.

- No veo la necesidad de cambiarnos de casa, aquí tenemos cuanto necesitamos, cambiar solo por cambiar no nos puede traer nada bueno, ya sabes como esta el mundo, le decía Zaul a su compañera .

- Pero yo quiero ver el mundo, estoy harta de vasos y platos y estoy harta de viejos que juegan cada día a las cartas, necesito aires nuevos que me den algo de vida, no lo aguanto esta situación es tediosa y triste, quiero ver las caballerizas reales, quiero ver los vertederos del mundo y los puertos de mar donde los pescadores descargan sus mercancía de vida para el mundo, respondía Calra, que de pronto en un arranque de rabia voló de las cortinas hacia un vaso semivacio  de café que había quedado olvidado en un rincón de la barra.

Zaul llegó al vaso y tomándose un instante para saborear los restos de azúcar que esparcidos quedaron en el plato donde reposaba el vaso, miraba a Calra y no llegaba a entender el porqué alguien quería cambiar una apacible vida por lo desconocido.

- Ademas, aquí nadie me entiende, nadie me habla, piensan que estoy un poco ida,  tampoco tengo padres, soy una mosca extraña en un mundo extraño para mi, se que tengo poco tiempo, mis padres han muerto y los padres de mis padres y los padres de mis ancestros, repiqueteaba momotona Calra.

- Quiero saborear, quiero oler, quiero sentir la vida a través de mis sedas sensoriales, quiero ser la mosca que pique a un caballo , quiero ser un espíritu indomable, quiero saborear las tiernas pieles de los niños ,aquí solo quedan pieles duras e insensibles, continuó Calra.

Zaul cada vez mas nerviosa movía sus patas rápidamente sobre el plato, incluso no vio una dulce roca de azúcar que quedó atrás, desde hacia mucho tiempo Zaul y Calra habían sido la pareja ideal e independiente del bar, prácticamente ninguna otra mosca se les acercaba, eran diferentes.

- Mira podemos hacer una cosa, esperamos unos días y si en ese tiempo mantienes la idea nos marchamos juntas, le espetó Zaul  en el secreto deseo de que pasados unos días Calra se olvidase del asunto.

- No, está decidido en un rato me marcharé, volare hacia donde se pone el sol y mañana, mañana  amanecerá un nuevo día en el que mis deseos mas íntimos se cumplan sin remisión, y está decidido marcharé, tanto si me acompañas como si no, afirmó Calra con contundencia.

Zaul que había sido siempre una mosca indecisa desde que nació no salia de su asombro, y solo pudo decir.

- Lo siento pero yo no lo veo claro, me da un poco de miedo, no me marcharé de aquí, aquí tengo cuanto deseo, cuanto necesito.

En un arranque de furia Calra levantó el vuelo y como si quisiese despedirse de su monótono mundo, voló y voló por la estancia del bar, por las mesas, silla, cristales cálidos por la cocina semi vacía  incluso se poso en el hombro del camarero un instante como si quisiese decirle adiós, que aunque mas de una vez le tiró un manotazo, en el fondo le tenia cierto aprecio.

Mirando a Zaul mientras volaba, con los ojos dijo Adiós, como solo las moscas saben decirlo un adiós para siempre.

Calra se coló entre las rendijas de la rayada cortina, lo primero que sintió fue una cegadora luz,  la luz del verano de Sur,  que la hizo posarse en el marco exterior de la puerta, estaba deslumbrada, durante un instante sus ojos se habituaron a la claridad y lo primero que vio fue un enorme perro que dormitaba a la sombra, sintió curiosidad y se posó junto en la oreja del animal, fue moviéndose poco a poco  en dirección al morro del perro, desde allí la verdad es que se veía la calle, solitaria, calurosa  calle de verano, nerviosa no dejaba de andar hacia la nariz del animal, cortos paseos de arriba a abajo.

De pronto el perro que parecía profundamente dormido hizo un movimiento rápido, muy rápido  tremendamente rápido que hizo que Calra acabase en la boca del perro que tranquilamente se la tragó y siguió dormitando a la sombra de la acacia.

Mientras tanto en el interior del bar Zaul , la mosca mas timorata, envidiaba a Calra, y ya había empezado a echarla de menos, sobre un trozo de azúcar soñaba en su amiga y las múltiples aventuras y los mundos nuevos que disfrutaría en su periplo hacia sus sueños y que Zaul  nunca disfrutaría  pero bueno el azucar también estaba en su punto.......